Hace tres años nació mi primer hijo y desde entonces la lucha por la conciliación ha sido una de mis señas de identidad. Llegué a renunciar a un trabajo indefinido porque necesitaba darle prioridad a mi hijo.
Pero siempre supe que había otra forma de hacer las cosas.
Siempre supe que no hacía falta renunciar a una carrera que me apasionaba, sino que bastaba con saber crear las condiciones necesarias para que pudiesen darse las dos versiones de mí que me pedían coexistir.
Así nació Texturas, así pude darle forma al tipo de agencia que quería crear.
Una que pusiera a las personas en el centro de la comunicación.
Una que ayudara a posicionarse a las empresas realmente comprometidas con el entorno que nos rodea.
Una que apostase por un mundo lleno de los referentes que nuestros hijos necesitan.
Y también una que ayudase a otras madres como yo, madres emprendedoras, a aumentar su visibilidad y atraer a más clientes. Porque sé lo importante que es para ellas la conciliación. Porque sé lo importante que es para ellas no tener que elegir entre su trabajo y sus hijos.
¿Quieres un caso de éxito?
Fue mi primer hijo el que me impulsó a darle este giro a mi vida, pero el segundo llegó cuando Texturas ya existía y desde bien pequeñito ha tenido que compartir a su madre con este proyecto que tanto ama.
Pero compartir nunca ha sido renunciar. Y eso lo cambia todo.